¿Cómo podrían ellos comprender mi amor escondido?
Ellos me juzgan y me hieren sin conocerme realmente,
magullando mi Alma sin haberla comprendido en su verdadera esencia.
Ellos discuten de mi y hacen caer su sentencia
atribuyéndome sus defectos, sus debilidades, sus incapacidades y sus
pensamientos vergonzosos.
¡Señor, que tolerancia!
Si yo no hubiese poseído Tu Luz en mi corazón, Dios, me
habría lanzado sobre ellos como un peñasco de una montaña. “ELLOS NO SABEN NI
LO QUE DICEN, NI LO QUE HACEN”.
Tus enseñanzas, mi dulce Maestro, vibran en el aura de mi
Espíritu y por ésto mi paciencia es grande, así como la misericordia que Tú,
sublime Amor, suscitas en mi corazón, está llena de ternura y sublimada de
aristocracia espiritual; es un don, una herencia Tuya, una Luz de paz y de caridad
fraternal.
Tú, Armonía Divina sublime, solo Tú puedes comprender mi
Amor escondido, porque Tú me has enseñado a poseerlo y a descubrirlo en mi
prójimo.
La pena me asalta a menudo, Maestro mío, porque así como
Tú me has enseñado, la cruz no es siempre sostenible y, a menudo, mis rodillas
ceden bajo su peso.
Yo te pido perdón, Padre mío, por mi debilidad humana,
pero Tú sabes, Tú sabes y Tú conoces, Amor de todos los Amores.
Yo tengo confianza en Ti y tiendo mis manos hacia Ti
porque solamente en Ti está mi salvación, el aligeramiento de mis penas y la
paciencia para soportar.
Repréndeme, castígame, pero Te ruego, Amor, que no me
abandones.
Se Tú así mi dulce y gentil Padre Celeste, sé Tú así.
Eugenio
Siragusa.
lima (Perú) 18 enero 1976
Editado por