Catania, 28 abril
1964
SOLO TÚ, SEÑOR, PUEDES SABER CUANTO HAYA SANGRADO EL ALMA
MÍA.
LAS HERIDAS QUE LOS HIJOS DE ESTE MUNDO ABREN EN MI
CORAZÓN ESTÁN SIEMPRE FRESCAS, MAS TU SANTA PACIENCIA ESTÁ EN MI Y YO CONTINUO
GLORIFICANDO LA OBRA MÍA PARA GLORIFICAR A MI SALVADOR, ASÍ COMO TÚ TE
GLORIFICASTE PARA GLORIFICAR AL PADRE QUE TE HABÍA ENVIADO.
A vosotros, hermanos que me acusáis, en verdad os digo:
“no importa si la palabra “HONESTIDAD”, tiene significado
diferente para cada uno de vosotros; caminad entonces con VUESTRA honestidad
que, haciendo camino, tendréis modo de conversar con esta en términos siempre
más confidenciales y conocerla cada vez más”.
“Yo me dirijo al Padre diciéndoLE:
O PADRE MÍO, TE RUEGO, NO ESCUCHES MIS PALABRAS SI, COMO
EL HIJO Y MÁS DEL HIJO, EN MOMENTOS DE SUPREMO CONSUELO Y DE INDECIBLE ANGUSTIA
DEBIESE PEDIRTE, INCLUSO POR UN MOMENTO, DE FAVORECER MI VOLUNTAD.
PADRE MÍO, HE LOGRADO ENCONTRARTE, Y AHORA QUE TE HE
ENCONTRADO NO QUIERO MÁS DEJARTE; AUNQUE EN EL INFIERNO, MAS SIEMPRE CONTIGO,
PORQUE, CERCANO A TI, INCLUSO EN EL INFIERNO ME SENTIRÉ EN EL PARAÍSO.
¡CUANDO QUIERAS – COMO QUIERAS – COMO QUIERAS – OH SEÑOR!
DEL
CIELO A LA TIERRA.
Eugenio
Siragusa.